Clases Particulares.


by Jojo <Jojo4@mailcity.com>

Nunca esperé nada bueno de parte de mi profesor de cálculo II en la universidad, un viejo carcamal amargado y desagradable. Pero no miento si os digo que gracias a él gocé como nunca antes lo había hecho. Y no me estoy refiriendo a goce intelectual, derivado de la belleza de las ecuaciones y los números...sino a un goce mucho mas básico...carnal diría yo. Para los malpensados, que seguro hay muchos entre mis lectores, debo aclarar que los viejos no me atraen en absoluto, y menos aún mi profesor de cálculo, tan irritable, siempre tan irónico y lacerante. La mayoría de mis compañeros de clase no eran para él más que alumnos anónimos, desprovistos de todo interés, ni siquiera merecía la pena intentar recordar sus nombres, pero el mio sí lo sabía. Creo que era su alumno preferido. La verdad es que las matemáticas me gustaban mucho en esa época y destacaba claramente del resto de mis compañeros. Pero en fin, esa no es la historía que quería contar aqui. Simplemente decir que ambos hablábamos con frecuencia, de matemáticas y otros temas y el confiaba en mi. Y esa confianza le llevo a sugerir mi nombre cuando su amigo y vecino Gerónimo le contó los problemas que tenía con su hijo. Gerónimo era viudo desde hacia cinco años y tenía un hijo adolescente, Raúl. Gerónimo era militar y, como es habitual en esta profesión, había tenido que mudarse de ciudad en varias ocasiones a lo largo de su vida. Este hecho, junto con la muerte reciente de su esposa, habían afectado muy negativamente a su hijo Raúl. A sus 19 años, Raúl iba como dos años por detrás de sus compañeros de clase, y lo peor era que probablemente tampoco superaría este curso, a juzgar por su bajo rendimiento durante el primer semestre. Bien, creo que ya he contado suficiente como para que os imagineis el desenlace de la situación. Gerónimo confió los problemas con su hijo a mi profesor de cálculo. Ambos eran vecinos y parece que se llevaban muy bien (a pesar de las rarezas de mi profesor, parece que todavía había alguien que lo soportaba). Me imagino que Gerónimo preguntó a mi profesor si conocía a algún chaval que confianza que pudiera ayudar a su hijo con las matemáticas. Mi profesor le diría que sabía de la persona perfecta para el pueso (yo) y me imagino que alabó mi responsabilidad, inteligencia etc.

Una tarde después de clase mi profesor me contó lo sucedido y me advirtió que Gerónimo probablemente me llamaría un día de estos para intentar llegar a un acuerdo conmigo. Yo no estaba nada convencido de querer dar clases particulares. Había tenido unas pocas experiencias hacía tiempo y siempre acababa con la sensación de que mis alumnos me tomaban el pelo a mi y yo se lo tomaba a sus padres, cobrándoles por mis inútiles servicios. Pero también es verdad que necesitaba el dinero, especialmente ahora que habían subido el alquiler de mi minúsculo y cutre piso de estudiante. Antes de tomar una decisión quería oir lo que Gerónimo tenia que ofrecer. Y efectivamente me llamó esa misma noche.

"¿Puedo hablar con el señor Carlos, por favor." Para los que no lo hayan adivinado, Carlos es mi nombre.

Me sorprendí por lo de "Señor Carlos", pero luego me di cuenta de que Gerónimo tenía educación militar y, debido a su baja cualificación académica, probablemente sentía un gran respeto por la gente con "carrera", incluso si sólo eran estudiantes.

"Al habla."

"Muy buenas noches, soy Gerónimo. Espero que su profesor de cálculo ya le haya hablado de mi. Desearía que diera clases particulares a mi hijo Raúl. El chico esta pasando por un mal momento y necesita ayuda especialmente con las matemáticas. Yo quiero que siga una carrera de ingeniería, pero parece que las matemáticas no son su fuerte, por eso necesita ayuda. ¿Qué me dice?"

"Bien, Usted verá, no tenía planeado dar clases particulares. La universidad me toma mucho tiempo, pero ahora que Usted me presenta esta oportunidad no se muy bien que hacer."

"El dinero no es problema, francamente."

"Bien, le cobraría lo estandar, mil pesetas por hora."

"Entonces, ¿acepta Usted?

Me asinceré con él: -"La verdad, señor Gerónimo, yo ya he dado clases particulares anteriormente y en general la experiencia nunca me ha resultado positiva. Los alumnos están tan poco motivados...tu les hablas, te esfuerzas, explicas lo mejor que puedes y ellos tienen la mente en la luna. Aprovechan cualquier ocasión para engañarte, no colaboran, no hace los deberes...Es tan frustrante a veces.!"

"Ah! Usted no conoce a mi hijo!. Le diré lo que vamos a hacer. Antes de tomar una decisión definitiva, vaya un día a mi casa y le conoce personalmente. No se preocupe, sea cual sea la decisión le pagaré esta visita como si fuera una clase, ya se que su tiempo es valioso. Estoy seguro que encontrará a Raúl motivado y deseoso de aprender. ¿Que me dice? ¿Está de acuerdo?"

Lo de entrevistar a mi futuro alumno me parecia un poco surrealista, pero necesitaba el dinero y acepté. Mañana iría a su casa, por la tarde, para conocer a Raúl y a su padre.

LA ENTREVISTA.

Como habíamos acordado, al día siguiente llegué a la casa de Raúl. Él y su padre vivían en un chalet adosado, claramente demasiado grande para ellos dos. Sorprendía la decoración del lugar, o mejor dicho la ausencia de decoración. Pocos muebles, grandes espacios vacios, ni un solo cuadro en las paredes. Austero es la palabra que mejor lo define. Pero lo poco que había estaba perfectamente ordenado y limpio. Gerónimo me recibió y me llevo al salón de la casa. Ahí tube mi primer contacto con Raúl. El chico estaba de pie, se le notaba nervioso. Llevaba el típico uniforme de estudiante de colegio particular cursi. Zapatos negros, pantalon gris, camisa blanca con corbata mal anudada y chaqueta azul. Era mas o menos de mi misma estatura y llevaba el pelo muy corto. No entiendo porque algunos colegios siguen insisiendo en vestir a sus alumnos, jovenes activos y nerviosos, como si de ejecutivos obesos y sedentarios se tratara. Raúl por ejemplo. El traje y el chico pertenecian a dos universos distintos, nada casaba. El pantalón estaba arrugado, llevaba la camisa por encima del pantalón...la chaqueta mal colocada.... Me acerqué para darle la mano.

"Hola Raúl, como estás. Yo soy Carlos."

"Es un placer conocerle, señor."

Guau! dos cosas me impactaron fuertemente durante este primer contacto. La primera fue que un chico solo uno o dos años menor que yo, de mi misma estatura y claramente más musculoso y fuerte, me tratara de Usted y con la cabeza gacha! La segunda fué el olor que desprendía su cuerpo! No era un olor desagradable, como el de algunos viejos, sino un olor a sudor o mejor dicho a hormonas, a testosterona a punto de brotar por cada poro, por cada grano infectado de su piel. Por suerte yo llevaba tejanos y mi erección creciente paso desapercibida.

Gerónimo me invitó a sentarme en el sofa, luego él se sentó a mi lado y Raúl se quedó de pie, en frente nuestro. Si el objetivo de la visita era que yo pudiera examinar a Raúl, la situación no podía ser más propicia. Gerónimo inició la conversación.

"Bien, como ya le dije por teléfono, Raúl necesita un cierto apoyo en sus estudios. Por lo que me contó, parece que lo que más le preocupa, Carlos, es que Raúl no esté motivado para aprender y creo que lo mejor para convencerle de lo contrario es que Raúl, con su propia voz, le cuente que su principal deseo, ahora mismo, es aprender y satisfacer a su padre, ¿verdad Raúl?

La situacion era tensa. Claramente padre e hijo habían hablado con antelación a mi llegada y preparado un show para mi. Yo estaba realmente interesado para ver que es lo que Raúl tenía que decirme. Me puse mas cómodo en el sofá y dirigí mi mirada hacia el chico, que seguía de pie. Después de aclararse la garganta y enrogecer como un tomate, empezo:

"De verdad que quiero aprender, de verdad. A veces no puedo seguir las explicaciones de los maestros, porque he perdido muchas horas de clase, con tantos cambios de colegio, pero quiero aprender de verdad. Quiero aprobar todas las asignaturas y poder matricularme en la universidad. Y estoy seguro de que con un poco de ayuda extra, con sus explicaciones, podré aprobar los examenes. No soy tonto...."

Gerónimo le interrumpió. "Ya ve que motivado está, y si necesita un poco de motivación extra no tenga ninguna duda de que yo se la proporcionaré. Si la actitud de mi hijo no le satisface, Usted sólo tendrá que comentárrmelo y yo le pondré remedio al momento. No tenga ninguna duda al respecto." Al oir estas palabras tan explícitas, Raúl enrogeció todavía más. Me imagino lo humillante que debió de ser para él oir como su padre amenazaba con castigarle enfrente de un chico de su misma edad y futuro tutor.

Me atreví a sugerir: -" Le importaría Gerónimo, que hablara con su hijo a solas por un momento?"

Aceptó y me indicó que podíamos hablar libremente en la habitación de su hijo. Nos levantamos del sofa y los tres nos dirigimos al piso superior de la casa. Gerónimo abrió la puerta de la habitacion, echó una mirada rápida al interior y dijo: " Siento Carlos que la habitación esté tan desordenada." Y cogiendo a su hijo por el pescuezo: "Mi hijo y yo tendremos una charla al respecto más tarde. Bueno, y ahora pórtate bien y causa una buena impresión. Y no te olvides de lo que pasará si Carlos se siente decepcionado". Y dándole un azote en el culo se retiró cerrando la puerta a su salida. Gerónimo me había dado ya suficientes claves indicando la rigidez con que educaba a su hijo. La habitación no estaba desordenada. Una habitación de adolescente típica: una cama pequeña, varios posters de jugadores de fútbol por las paredes, una mesa de estudio con ordenador y unos pocos libros desparramados por encima (¿sería por eso que la habitación estaba desordenada? Gerónimo necesitaba ver mi cuarto). De nuevo el penetrante olor a sudor o mejor dicho, a joven, que impregnaba el cuarto me dejó aturdido y, como no, excitado. Me senté rápidamente en la única silla que había en la habitación, de manera que Raúl no tubo más remedio que permanecer en pie. Para romper el hielo, pregunté:

"Chico, parece que te gusta el fútbol." Era una pregunta estúpida viniendo de un chaval de mi edad, pero tubo el efecto deseado. Raúl esbozó una sonrisa, se relajó y empezó a contarme, excitado:

"Oh!, que si me gusta! Soy el capitán del equipo del colegio. Todos los fines de semana tenemos partido y por ahora vamos ganando la liga!. ¿A ti te gusta también el fútbol? .

Se relajó y sentó en su cama, excitado con la perspectiva de hacer un nuevo amigo en su afición.

"Si, si que me gusta. Escucha Raúl, quiero preguntarte una cosa, ¿A que se refería tu padre cuando ha dicho que ya sabías lo que pasaría si me decepcionabas? No lo entiendo." La cara de Raúl se puso seria otra vez y, al poco rato, dijo:

" Verás, Papá quiere que vaya a la Universidad, es lo que le hace más ilusión, y como las cosas en el cole no me van del todo bién..., ya me han estado dando clases particulares y nunca ha servido para nada....y parece que tu profesor de la universidad le habló a Papá tan bien de ti, pues Papá te ve como la última esperanza para que yo apruebe el curso."

"Si, pero a que se refería tu padre en concreto. Parecía que te estaba amenazando!"

Después de un momento de duda, dijo: "Papá me dijo que si tu no aceptabas el trabajo, me quedaba sin jugar al fútbol. Pero tu vas a darme clases, verdad?" Su cara se ilumino de esperanza. Decidí hacerle sufrir un poco, y sacarle de paso más información. Estaba seguro de que la amenaza de su padre era más sería de lo que él decía.

"Pues la verdad, después de oirte estos cinco minutos a solas, no me pareces un chaval especialmente responsable. Además, sin pedirme permiso has empezado a tutearme y te has sentado en la cama sin ningun respeto. Y sin respeto hacia los profesores no se puede aprender nada. Creo que voy a declinar la oferta de tu padre." Se levanto como un fuelle de la cama, y con la cara mas triste que yo habia visto nunca en nadie, empezo a suplicarme, con esfuerzo.

"Por favor, señor Carlos, le voy a obedecer en todo, pero acepte el trabajo. Mi padre me matará..."

"Quieres decir que tu padre te pega?"

"Si señor"

Quería ir un poco mas lejos, así que pregunté: ¿Cuando fué la última vez que te pegó?

"Esta mañana señor".

"Y que hiciste para merecer el castigo?"

"No recitaba correctamente mi discurso. Ya sabe, el discurso que mi padre me ha obligado a recitarle a Usted esta noche en el salón."

"Y como te pegó?"

"Con el cinturón".

"No me creo nada de lo que dices. Todo esto es ridículo, voy a rechazar el trabajo. Adios, Raúl."

"Por favoooor, Carlos, por favor, es todo verdad, se lo prometo".

"Si es verdad, la correa habra dejado marcas. Quiero verlas ahora".

Raúl estaba indeciso. Me acerque a la puerta, pero el rápidamente me paró. "Espere, se las mostraré". Empezó a desabrocharse el cinturón de sus pantalones grises reglamentarios. Yo estaba realmente excitado, parece que los azotes se los había dado en el culo, como yo secretamente deseaba. Se desabrochó el pantalón, bajo la cremallera y los deslizó hasta las rodillas. Su culo estaba todavía cubierto por unos slips ajustados a rayas, bastante infantiles, pero ya se veían algunas marcas en la parte baja de la espalda y en las nalgas. "¿Está satisfecho?" Me preguntó desafiante. Yo no lo estaba, de manera que le ordené bajarse los slips. Me obedeció para mi placer, revelando un culo totalmente lacerado, surcado por decenas de lesiones dejadas por la correa, entre rojizas y azuladas. A los pocos segundos se apresuro a subirselos otra vez.

"No tan rápido". Le interrumpí yo. "Quiero verlo mas de cerca". Me acerque y le bajé totalmente los calzoncillos. Él estaba de frente y coloco rápidamente las manos en su polla, ocultando también unos hermosos huevos grandes, colgantes y peludos. Sin duda este era el origen del olor que llenaba la habitación y lo impregnaba todo. Le pedí que se diera la vuelta, se agachara y levantara los faldones de su camisa blanca. Lo hizo, mostrándome claramente el culo, pero tambien la polla colgosa y los enormes huevos, por detrás. Luego le dije: " puedes subirte los pantalones, Raúl. Veo que no me has mentido. Ahora confio en ti y voy a aceptar el trabajo". Como si de una transmutación se tratara, lo que antes era humillación y pesar se convirtio en alegría y regocijo. Sin siquiera acabar de abrocharse los pantalones, Raúl se echó a mis brazos y me abrazo fuertemente, repitiendo "gracias, gracias" y "no te defraudaré, haré lo que me mandes". El chico tenía vitalidad, eso era evidente, pero estaba anulada por su padre autoritario. Bajamos las escaleres y le dije a su padre que tenía un chico fenomenal y que aceptaba gustoso el trabajo. Acordamos empezar con tres sesiones de hora y media por semana, en su casa, de siete a hocho y media. Su padre, por el trabajo, nunca llegaba a casa antes de las ocho, de manera que tendríamos tranquilidad para las clases y, al irme, podría comentar con Gerónimo como su hijo progresaba. La primera clase de verdad empezaría mañana. Iba a hacer un test a Raúl para ver como andaba de matemáticas. Acordamos también el precio de mis servicios y salí de la casa, no sin antes decir a su padre, con voz suficientemente alta como para que Raúl me oyera:

"Raúl me ha dicho que juega al futbol en un equipo del colegio. Creo que sería prudente que interrumpiera esa actividad, al menos por el momento. Necesitará todo el tiempo posible para las matemáticas. Y por cierto, no estaría de más que enseñara a su hijo un poco de educación. Me ha tenido todo el tiempo en su habitación de pie, mientras él estaba comodamente sentado en una la silla." Y gritando un poco más fuerte, dije: "Hasta mañana Raúl!"


More stories by Jojo