Papi sabía de otras veces que su jefe siempre sorprendía a sus empleados cuando menos se lo esperaban. Aquel jueves tuvo la confirmación definitiva con la inesperada invitación que le formuló su superior:
"¿Le gustaría pasar este fin de semana en mi chalet del campo? Trayéndose consigo a Chiquitín, naturalmente. Me pareció un chico de lo más educado y amable; creo que sería una influencia estupenda para mi Danielito"
La cara de sorpresa de Papi debió ser significativa, porque su jefe continuó dando explicaciones:
"Saldríamos el viernes y volveríamos el domingo. Tengo una habitación libre para usted y Chiquitín. La casa es muy tranquila y está rodeada de campo, un ambiente de lo más sano para los chicos"
Era realmente halagador, muy pocos empleados habían tenido la oportunidad de conocer la casa de campo del jefe, y desde luego esos pocos tenían una categoría superior a la de Papi en la empresa. ¿Significaba que lo irían a ascender? Desde luego no podía negarse de ninguna manera a aceptar la invitación; y eso que le trastocaba sus planes para el fin de semana. Chiquitín había hecho bastantes travesuras últimamente; el día anterior había llegado tarde a casa y no mucho antes había dejado su cama sin hacer; aparte de los muchos azotes en el culo que el pequeño se había llevado ya por esas y otras faltas, Papi tenía pensado castigarlo sin salir este fin de semana; ahora una invitación al campo sería como un regalo bastante inmerecido.
"¿Qué ocurre? ¿Tiene algún inconveniente?"
"Oh, no, Don Daniel. Sera un placer, gracias por invitarme"
"Ah, por un momento pensé que le contrariaba, quizás tenía otros planes para el fin de semana"
Era difícil ocultarle algo a su jefe, era realmente perspicaz.
"No, no, es simplemente que Chiquitín ha sido travieso estos días; cosas sin mucha importancia pero que necesitan su castigo. Y esta invitación al campo podría verla como un premio"
"Bueno, si solo se trata de eso no hay ningún problema. Ir al campo no significa descuidar la disciplina de los niños, ni mucho menos. De hecho mi idea es precisamente llevar a los muchachos a un sitio aislado donde sea más fácil tenerlos controlados. Al menos por mi parte, habrá una disciplina más rígida que la de los días de semana. La mínima travesura por parte de cualquiera de los dos significará un culito rojo como un tomate"
"Estupendo, Don Daniel"
"Entonces, de acuerdo. Les recojo mañana por la tarde"
El jefe fue a ocuparse de otros asuntos, dejando a Papi pensativo en su mesa.
Menudo compromiso, organizar un fin de semana con el jefe con sólo un día de antelación. Lo más importante, y lo que sería también lo más conflictivo, sería llevar a Chiquitín al barbero. El jefe le había recomendado una barbería especial para jovencitos, donde además de cortar el cabello, también se ocupaban del vello púbico de los mozalbetes; y de la disciplina, según había dicho Don Daniel. Seguro que Chiquitín tendría que desnudarse delante del jefe durante el fin de semana, probablemente varias veces. Y al jefe, como a Papi, le gustaban los muchachitos bien afeitados.
En ese momento Papi se dio cuenta de que se había desocupado de ese aspecto de la apariencia de su hijo; hacía ya tiempo que Chiquitín no se cortaba el pelo, para emular a uno de los actores de moda en la tele, que lucía unas greñas considerables. Papi había llegado incluso a firmar una carta promovida por la asociación de padres tradicionales en la que se pedía a la productora de la serie que el actor se cortara el pelo, o todavía mejor, que en el siguiente episodio el joven se llevara una buena zurra de su papá en la serie, y que después le hicieran un buen corte en la barbería. Para Papi, el pelo largo era incompatible con la disciplina y la obediencia que él esperaba de un jovencito de la edad de Chiquitín. Lo cierto es que había sido muy blando en ese tema, y era hora de remediarlo. Esa misma tarde pondría las cosas muy claras en casa.
"¿Cortarme el pelo, papi??? ¿¿Cómo de corto??"
Papi iba a empezar a explicar que los niños buenos llevan el pelo muy corto, pero recordó que ese tema ya lo había discutido con Chiquitín en otra ocasión, sin éxito. La vía del diálogo ya estaba agotada y era mejor pasar a la imposición, la autoridad, y si hacía falta, el castigo, lo que los jovencitos entendían mejor.
"Tan corto como yo te diga, que para eso soy tu papá. Ahora mismo te llevo a la peluquería y te quito esas greñas"
"Papi noooooo, no quiero el pelo corto"
"No me discutas si no quieres cobrar. Vístete que nos vamos a la peluquería"
Chiquitín se plantó cruzado de brazos con cara de negativa.
"No quiero cortarme el pelo. Si me lo corto pareceré un tonto"
¿Dónde habría aprendido esa actitud desafiante? Maldita televisión ...... ¿Eran esos los modales que iba a lucir Chiquitín ante el jefe? Con esa actitud desobediente iba a dejar a Papi como un pelele. Afortunadamente, Papi sabía muy bien lo que convenía hacer en estos casos.
"AAAAAyyyy"
La poderosa mano de Papi retorcía la oreja de Chiquitín.
"Esa es tu actitud cuando te aviso de lo que va a pasar si no obedeces ¿verdad? Pues muy bien. Voy a hacerte una inspección de culete a ver si tienes alguna marca de la zurra de ayer. Si no tienes ninguna, te voy a calentar de lo lindo"
"Noooo papi, era broma, me voy a portar bien"
"Demasiado tarde, te mereces una buena lección. Un niño bueno obedece a su papá a la primera. Vamos, bájate los pantalones para tu inspección. Y los calzoncillos"
"Papiiiiii"
"¿Pero todavía me discutes? Tú hoy te estás buscando una paliza con el cinturón"
"Aayyyy, no, el cinto no, papi. Haré todo lo que digas pero el cinto no"
"Pues si no quieres cinto, ya te estás bajando los pantalones. Una buena azotaina con la mano ya no hay quien te la quite"
Con resignación y para evitar males mayores, Chiquitín se llevó las manos al pantalón. En ese momento, Papi soltó por fin la dolorida y caliente oreja. El joven miró con ojos de cordero a su papá, pero como tantas otras veces no le sirvió más que para recibir una mirada furibunda. Si tardaba un solo segundo más en bajarse los pantalones, la mano de Papi volvería a retorcer su oreja.
Los minúsculos pantalones de Chiquitín cayeron al suelo. Los calzoncillos corrieron la misma suerte. Chiquitín se los quitó y los colocó con cuidado sobre una silla.
Un poco más tranquilo ante la obediencia del muchacho, Papi se sentó en su sofá favorito y le indicó con el dedo que se acercara.
Chiquitín obedeció cabizbajo. Papi lo colocó, desnudo de cintura para abajo, sobre sus rodillas. A continuación encendió la lámpara que había al lado del sofá y observó con atención el culete redondo y respingón del pequeño, mientras lo manoseaba con detalle.
La luz no reveló ninguna zona del glúteo dañada, ni señales apreciables de la zapatilla de suela rugosa que las nalgas de Chiquitín habían probado la noche anterior. Como solía pasarle en estos casos, la visión del trasero del pequeño desnudo y ofrecido sobre sus rodillas provocó en Papi una gran erección.
"Muy bien, jovencito, tienes el culo en perfectas condiciones para recibir una muy merecida zurra"
"Papi, por favor, perdón"
"Para que haya perdón tiene que haber castigo primero"
Papi levantó la mano a gran altura y la descargó con fuerza sobre una nalga. Su compañera no tardó en correr la misma suerte. Los gimoteos de Chiquitín comenzaron mientras los azotes se sucedían con gran rapidez.
"Los niños –plas- buenos –plas- no –plas- discuten –plas- de nada –plas- con sus papás –plas-, se limitan –plas- a obedecer –plas. Un niño –plas- que no es bueno –plas- y discute –plas- en lugar de obedecer –plas- debe ser castigado –plas-, se merece –plas- una buena –plas- azotaina –plas. Te voy a poner –plas- el culo –plas- rojo como un tomate –plas-, para que aprendas –plas-, ....."
Media hora más tarde Chiquitín esperaba cara a la pared, cabizbajo, y sin pantalones ni calzoncillos, a que Papi le levantara el castigo. El culito ya no le ardía tanto, pero seguía picándole; y sobre todo, se cansaba de sostener las manos bajo la nuca. Papi le dio permiso para apartarse de la pared y frotarse el culete, cosa que el muchacho hizo con deleite. A continuación, el pequeño, sin que hiciera falta decírselo, fue a sentarse sobre las rodillas de su papá. Su culito, desnudo, colorado y sensible, notó cada una de las rugosidades del pantalón de Papi al sentarse. Papi lo rodeó con sus brazos, pero seguía sin sonreir.
"Supongo que no habrá más quejas y que vendrás como un niño bueno a cortar el pelo sin rechistar"
"Sí, Papi. Perdón por haber desobedecido antes, papi"
"Así me gusta. Ahora vas a ser muy obediente y no te vas a soltar de la mano de Papi camino a la barbería, ¿a que no?"
"No, papi"
"Papi te va a llevar a una barbería nueva, donde además de cortarte el pelo también te van a afeitar bien la colita y el pompis"
"Papiiiiiii ¿ya me toca afeitarme por abajo? Pero no hace tanto de la última vez"
"Lo sé, Chiquitín, pero un niñito como tú no debe tener pelos"
"¿Y no puedes afeitarme tú Papi? Siempre lo haces tú ...."
"Ahora hay un sitio nuevo donde te lo van a hacer muy bien. Y donde te vas a desnudar y a dejarte cortar el pelo y afeitar sin rechistar, o si no te volveré a dar una zurra peor que acabas de recibir delante de los otros niños y de sus papás. Y se acabó la discusión, ¿entendido?"
"Pero ....." Al ver la expresión seria de Papi, Chiquitín desistió rápidamente "De acuerdo, Papi"
Ahora sí que Papi sonrió, abrazó fuerte a Chiquitín y le dio un gran beso.
"Si te portas bien en la barbería, esta noche podrás dormir con Papi en la cama grande. Y te haré caricias de las que te gustan –le dijo mientras tocaba la pilila del muchacho.
Ahora Chiquitín también sonrió, y de oreja a oreja, mientras Papi le miraba con ternura, pero también con picardía.