Aprendiendo Disciplina


by Ricardo <Ricavide@yahoo.com.mx>

Esto pasó cuando tenía 9 años....

Estaba castigado por no recuerdo qué cosa; eran tres días de castigo y ese era apenas el segundo. En esos tres días, no podía ver televisión, ni hacer llamadas telefónicas ni recibir visitas y tampoco podía salir, y mucho menos sin permiso.

Pero.... a los nueve años todavía no pensaba mucho en las consecuencias de mis actos y -menos que nada- podía controlar mis ansias de salir a divertirme un poco. Así es que....cuando mi nuevo amigo, Martín, pasó por mi casa y me invitó a ir a jugar a la suya, no lo pensé dos veces y acepté. Fue fácil salirme: era un sábado en la mañana, por lo que Eugenia, nuestra empleada, estaba lavando en la azotea y mi papá estaba trabajando en el hospital. Sabía que NO DEBÍA salir, pero.... como dije: a los nueve años no pensaba tan claramente.... todavía.

Estuve toda la mañana en casa de Martín sin preocuparme de otra cosa que no fuera divertirme, hasta que su madre subió a preguntarme si me quedaría a comer. ¡Caramba! ¡El tiempo había pasado muy rápido! Ya eran casi las 3:00 de la tarde y mi papá no tardaría en llegar a la casa ¿Qué hacer? ¿Irme a mi casa? Pero....¿y si mi papá YA hubiera llegado? ¡Estaría enojadísimo! No me atrevía a enfrentarlo. Así es que tomé la peor decisión.

"Sí, señora, Gracias."

"¿Tienes permiso de tus papás?" (Martín y yo éramos amigos hacía muy poco tiempo, por lo que su familia no sabía todavía que mi madre había muerto y sólo vivía con mi papá).

"Eeeeste.... sí, sí, mi papá ya lo sabe."

"¿Está seguro? Porque puedes llamarle y pedirle permiso, si quieres."

"¡No! No, gracias. Ya le avisé en la mañana que iba a comer aquí...."

"¿Seguro?"

"Sí, seguro."

"Está bien. Lávense las manos y bajen a comer, entonces."

Durante la comida yo sentía mariposas en la panza de vez en cuando, sólo de pensar en lo que me esperaba llegando a mi casa..... ¡Quería irme en ese mismo momento! Si esperaba más solamente me metería en más problemas.... pero.... ¿y ahora qué le diría a la mamá de Martín? ¿Que le había mentido? ¡NO! ¡Qué vergueenza! Pero.... ¿qué hacer? Si no llegaba pronto a mi casa ¡mi papá me iba a matar!

"Come, Ricardo. ¿O no te gusta la comida?"

"Sí, sí me gusta....pero.... es que...."

"¿Qué?"

"¡Apúrate a comer! (Interrumpió Martín). ¡Para que nos dé tiempo de llenar la alberca y nadar!"

¿Alberca? ¿Nadar? ¡Eso me convenció! ¡Sólo nadaría un poco y después me iría a mi casa! Total, ya estaba en un lío, ¿no? ¿Qué más podía pasar? ¡Torpe de mí! ¡Otra pésima decisión!

No supe cómo, pero cuando me di cuenta ya estaba oscureciendo. ¡De un salto salí de la alberca!

"¿Adónde vas?" -me preguntó mi amigo.

"¡A mi casa!"

"¿Ahorita? ¡Pero si estamos jugando! Espérate hasta que cenemos y después mis papás te llevan en el coche."

"¡No! No puedo.... es que.... es que.... ¡no le pedí permiso a mi papá!"

"Pero si tú le dijiste a mi mamá que sí te había dado permiso...."

"¡Sí! Pero.... le dije mentiras.... (empecé a llorar). No pedí permiso.... mi papá no sabe en dónde estoy.... y ¡ME QUIERO IR A MI CASA!"

Con todos los gritos y el alboroto, salió la madre de mi amigo. Muy preocupada, preguntó qué pasaba.

"¡ME QUIERO IR A MI CASA!" (Para entonces, lloraba como un histérico).

"Pero, ¿por qué? ¿Qué pasó? ¿Te duele algo? ¿Te lastimaste? ¿Qué pasó, Martín?"

"¡No sé, mamá! Dice que su papá no sabe en donde está....."

"¿Cómo? Pero, ¿no me dijiste que sabía que iba s a estar aquí?

"No.... no sabe en dónde estoy.... me salí sin que me vieran.... ¡sniff!"

"Pero.... ¿cómo haces eso, criatura? ¿Sabes lo preocupados que deben estar en tu casa? (Me abrazó) Ya, ya no llores. Ven, vamos a hablarles por teléfono a tus papás para decirles que estás bien y quitarles la preocupación, ¿sí?"

Yo asentí con la cabeza, bastante más tranquilo ante la calma de la señora. Pero, sentía un nudo en el estómago. ¡Sabía que me iba a ir muy mal con mi papá! Quería y no quería llamar a mi casa; por un lado, extrañaba a mi papá, pero por el otro ¡estaba cagado del miedo! La señora me pidió el número del teléfono. Marcó.

"Buenas noches. ¿Es la casa de la familia? ¿Cómo te apellidas?"

"Videgaray.... ¡sniff!"

"¿Videgaray?.... Sí, mire, soy la señora Martínez, la mamá de Martín, un amigo de su hijo Ricardo.... ¿Cómo? ¡Ah, bueno! (Tapó la bocina y me dijo:) Dice que me va a pasar a tu papá, ¿quieres hablar tú con él?"

"¡No! "

"¿Sí ¿Bueno? ¿Señor Videgaray? Habla la señora Martínez, la mamá de Martín, amigo de su hijo Ricardo. Llamo para decirle que él está bien. Ha estado en nuestra casa todo el día y .... Sí, él está aquí junto a mí.... ¿Quiere hablar con él? ¡Sí! ¡Claro que está bien!.... Pues mire, no sé qué pasó, él me acaba de decir que se salió sin avisarles a ustedes que iba a venir para acá; pensamos que había venido con su permiso. Sí, cómo no. No tiene nada qué agradecerme. Sé lo preocupados que deben estar, por eso le llamé. Sí, con mucho gusto, vivimos en..... Sí, Martínez.... ¿Mi hijo?: Martín.... No se preocupe, está bien...., lo entiendo.... Sí, hasta luego. (Se volvió hacia mí) Quiere hablar contigo."

"¡GULP! ¿Bueno?"

"<¿Estás bien, Ricardo?>"

"Sí, papá."

"<¿Seguro? ¿No te pasa nada?>"

"No, papá. No me pasa nada, estoy bien."

"<¿En dónde estás?>"

"En casa de Martín, un amigo que acabo de conocer...."

"<¿De dónde lo conoces?>"

"De la escuela, papá."

Lo oí suspirar. Después de una breve pausa:

"<¿Y qué estás haciendo ahí sin permiso?>"

"N-n-n-a-d-d-a.... es que...."

""

"Ssssí, papá..... (empecé a llorar otra vez)...."

"" (Colgó)

"¿Está enojado?" -me preguntó Martín-.

"¡Déjalo en paz!" -le contestó su madre. "Vayan a cambiarse. Préstale una toalla a Ricardo para que se seque."

Mientras esperaba a que mi papá llegara por mí pensaba en lo que me había dicho por teléfono. Al principio se había oído muy preocupado, pero después..... ¿Me pegaría? ¡Seguro que sí! No sólo me había salido sin su permiso, sino que lo había hecho estando castigado. ¿Por qué no me fui para mi casa antes de que él llegara y se diera cuenta? ¡Ahorita no estaría aquí, sentado en la sala de la casa de mi amigo, con el estómago encogido y con ganas de vomitar por el miedo, esperando a mi padre! Cuando sonó el timbre me levanté de un salto. Martín, su madre y, por supuesto, yo, fuimos a la puerta, aunque yo me quedé un poco atrás de ellos. Ahí estaba mi papá, vestido todavía con la ropa del hospital. Tenía los ojos rojos, como si hubiera llorado, y se veía my cansado.

"Buenas noches, señora Martínez. Soy Miguel Videgaray, el papá de Ricardo."

"Buenas noches, señor. Pase, por favor. "

"¡Oh, no! Muchas gracias. Ya le hemos dado demasiadas molestias. Sólo vengo por mi hijo."

"Sí, claro. Ricardo, ven. ¿Dónde estás? Ya llegó tu papá."

"Aquí estoy, -dije- saliendo de detrás de Martín."

"Dale las gracias a la señora y vete al carro, Ricardo."

"¡Sí, papá! Gracias, señora. "

Me fui corriendo, sin despedirme de Martín.... simplemente no tenía cabeza para eso.... estaba preocupado por otras cosas. Llegué al carro y me quedé ahí afuera, esperando a mi papá, quien se había quedado a hablar un poco con la mamá de mi amigo. En cuanto vi que se despedía y se acercaba al coche empecé a sentir las piernas como de gelatina y se intensificó la sensación de nausea. Mi papá abrió la puerta de atrás del carro y, tomándome del cuello me empujó hacia adentro.

"¡Métete!"

¡Estaba furioso! ¡Mi trasero estaba frito! Dio la vuelta y abrió la puerta del conductor. Se sentó tras el volante, cerró la puerta y simplemente se quedó ahí, viendo hacia el frente, sin decir nada.

"¿E-e-e-s-s-t-á-s e-e-n-o-ja-d-d-o, papá?" (¡Qué pregunta tan estúpida! ¡Era obvio que estaba enojado! ¿O no?)

Me miró por el espejo retrovisor, o mejor dicho, me atravesó con su mirada a través del espejo. Me miró, hasta que bajé la vista.

"Sí, Ricardo, estoy MUY enojado. Así es que es mejor que no me hables. No quiero oír una sola palabra hasta que lleguemos a la casa."

Pero....

"¡TE DIJE QUE NO QUERÍA OÍR NI UNA SOLA PALABRA! ¿NO ME OÍSTE?"

"Sssí, p-p-a-a-p-p-a-á."

Arrancó el carro. Anduvimos un rato en silencio, pero yo no podía aguantarme.... ¡tenía qué saber!

"¿M-m-e vas a p-p-egar?"

Frenó tan violentamente que me impactó contra el asiento delantero. Se volvió hacia mí y me tomó por el cuello de la playera. Me jaló hacia él y literalmente, rugió encima de mi cara.

"¿NO ME OÍSTE LO QUE TE DIJE?" ¡PLAF! (Me dio un bofetón) "¿O ES QUE ADEMÁS DE IDIOTA ERES SORDO?"

"¿NO PUEDES ESPERAR Y QUIERES SABER DESDE AHORITA QUE VOY A HACER CONTIGO EN CUANTO LLEGUEMOS A LA CASA?" (Levantó la mano y me volvió a pegar en la cara) ¡PLAF! "¿DE VERDAD QUIERES SABERLO? ¿TÚ QUÉ CREES?¿TÚ QUÉ CREES QUE VOY A HACERTE?" (Me golpeó por tercera vez) ¡PLAF! "¿EH? TE VOY A ROS-TI-ZAR LAS NALGAS, ¿ME OÍSTE?" (Me sacudió mientras decía esto.)

"S-s-s-s-í, s-s-s-s-í, papá." (Estaba llorando de puro terror).

"¿QUIERES QUE EMPIECE DE UNA VEZ?" (Levantó la mano y me dio una cuarta bofetada) ¡PLAF!"¿ESO QUIERES?"

"¡N-n-n-o, p-p-p-p-a-p-p-á!" (Estaba a punto de orinarme del miedo. Me soltó aventándome contra el asiento trasero).

"ENTONCES, ¡CÁLLATE LA BOCA!"

"S-s-s-s-í, s-s-s-s-í, papá."

No dije una sola palabra más en todo el camino. Me ardía la cara en donde me había pegado. Ni siquiera me atrevía a llorar por el miedo que tenía de que me fuera a pegar ahí mismo. Cuando llegamos a la casa, paró el carro y me dijo:

"¡Bájate! ¿Tienes llaves?" (Asentí). "Sube a la casa y vete a mi estudio. Ahí te quiero encontrar cuando llegue."

"Sí, papá."

Me bajé y él arrancó el auto nuevamente. Literalmente, volé a mi casa. Necesitaba urgentemente ir al baño ¡me estaba orinando! ¡No sabía qué hacer! ¿Y si mi papá llegaba y no me encontraba en su estudio? Finalmente, decidí correr el riesgo, por lo que fui lo más rápido que pude y después me fui al estudio. Ahí me senté en uno de los sillones a esperar a mi papá.

Aproximadamente 30 minutos después oí la llave en la puerta, y a mi papá abrirla y cerrarla con fuerza. En cuanto la oí me levanté de un salto; otra vez estaba sintiendo ese nudo en el estómago, las nauseas y la debilidad en las piernas. Mi papá no perdió tiempo, se dirigió directamente al estudio. Entró y se paró frente a su escritorio.

"Ven para acá."

Caminé hacia donde estaba hasta colocarme justo frente a él. Se veía más tranquilo, pero todavía bastante enojado.

"¿Qué estabas pensando, Ricardo? ¿Qué CARAJOS te pasó por la cabeza cuando decidiste irte a casa de ese niño sin avisarme?"

Guardé silencio. Tenía la boca seca. Pocas veces lo había visto tan enojado por algo que yo hubiera hecho. Estaba realmente muy, muy asustado y, lo que era aún peor, no sabía qué contestar.

"¡Te hice una pregunta, Ricardo! ¿No me oíste?"

"S-s-s-í, papá, sí te oí."

"¡Entonces, contéstame! Y es mejor que me des una buena respuesta, porque no sólo te saliste sin permiso, sino que te saliste sabiendo que NO debías hacerlo porque estás castigado y, para rematar, te largas a casa de un niño al que no conozco. Así es que ¡contéstame pero ya! Porque estoy perdiendo la paciencia."

"N-n-n-o.... sssé.... p-p-p-apá. No sé qué pasó." (¡Vaya! ¡Al fin podía hablar!). "Simplemente, no lo pensé.... es que.... estaba aburrido y.... me salí al balcón para ver la calle y.... y.... entonces pasó Martín y.... me invitó a ir a jugar.... y.... ¡no lo pensé! ¡Deveras! ¡NO lo pensé!"

"¿Qué es EXACTAMENTE lo que quieres decir con que NO LO PENSASTE?"

"P-p-puesss.... ¡eso! Que no pensé en lo que hacía.... solamente que.... sería bueno salir un rato.... porque....bueno, porque..... Ya te dije..... Estaba aburrido porque no había salido.... porque estaba castigado.... y.... y.... no pensé en lo que iba a pasar.... ¡No.... no lo pensé, papá!"

"¿Sabes lo que provocaste por no pensar? ¿Sabes lo que YO pensé? ¡Que te habían secuestrado! ¡Estaba cagado del miedo de pensar que algo malo te había pasado! Y todo porque decidiste largarte sin pensar en otra cosa que no fuera TU aburrimiento, TU diversión. Simplemente te largaste sin avisarle a nadie en dónde ibas a estar porque no pensaste que podía volverme loco de la desesperación. ¿Y todo por qué? Porque no lo pensaste. ¡Perfecto!"

Hizo una pausa. Me miró. Pude ver que estaba realmente enojado ¡me iba a ir muy mal! Bajé la cabeza y empecé a llorar.

"¡Mírame, Ricardo!" (Lo miré) "¿Sabes qué es lo que te hace falta? DISCIPLINA. Disciplina para pensar claramente en las consecuencias de tus actos. Disciplina para controlar tus impulsos y poder pensar. Y yo te la voy a dar".

Se acercó a mí y empezó a desabrocharme el pantalón.

"¡NO! ¡No, papá! ¡NO! ¡Por favor, no." (Intenté evitarlo).

"¡Quita las manos!" ¡PAS! ¡PAS! (Dos manazos fuertes y quité las manos).

Me bajó el pantalón de un tirón hasta los tobillos, después me quito la playera. Yo estaba sudando, ¿qué me iba a hacer?

"¡NO! ¡No, papá! ¡Por favor, no!"

Me colocó las manos en la nuca y, tomándome de un brazo, me dio media vuelta, de tal forma que quedé de espaldas a él.

"¡NO te atrevas a mover un solo músculo! ¿Me oíste? Vas a aprender a controlarte."

Se colocó junto a mí y ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! comenzó a pegarme en las nalgas con la mano. ¡Híjole! ¡Me ardían muchísimo! Yo me retorcía para evitar los azotes, pero no había caso. Quité las manos de la nuca e intenté protegerme el trasero.

"¡Aaaayyyyy! ¡Aaauuuch! ¡Yaaaaaa!"

"¡Quita las manos!"

"Te...." ¡CHAS....! "dije...." ¡CHAS! "que no" ¡CHAS! "te" ¡CHAS! "movieras" ¡CHAS! "¡Pon las manos en la nuca!" ¡CHAS! ¡CHAS!

(Rápidamente las coloqué nuevamente en mi nuca) "¡Aaaayyyyy! ¡Aaauuuch! ¡Yaaaaaa! ¡Aaauuuch ¡Me dueleeeee! ¡Meee aaardeee! ¡Yaaa!"

¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! Continuaba la nalguiza. ¡Qué bruto! Sentía mis nalgas calientes por debajo de la trusa. ¡Me ardían muchísimo! No soporté más y esta vez no sólo interpuse mis manos sino que me quité del lugar. Empecé a dar de brincos, sobándome las nalgas, tratando de disminuir un poco el terrible ardor. Poco duró esto, mi papá se dirigió a mí hecho una furia. Me tomó de un brazo, y me sacudió unas nalgadas tan fuertes que, con cada una, sentía como si me pusiera un carbón ardiendo en el trasero.

"¡VEN PARA ACÁ!" ¡CHAS! ¡CHAS! "¡No te atrevas a desobedecerme!"! ¡CHAS! ¡CHAS! "Te" ¡CHAS! "dije" ¡CHAS! "que" ¡CHAS! "no" ¡CHAS! "te" ¡CHAS! "movieras" ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS!

"¡Aaauuuuuuu! ¡Perdooooón! ¡Por favor, yaaa nooooo! ¡Aaaaauuuuuchaaaaaayyyy! "

Volvió a ponerme de espaldas a él y a colocarme, de un fuerte tirón, las manos en la cabeza, sólo que esa vez las mantuvo ahí, sujetándolas fuertemente con una mano mientras que con la otra ¡me bajaba los calzones!

"¡Nooooo! ¡Nooooo papito! ¡Nooooo! ¡No me bajes los calzones, por favor! ¡Por favor, nooooo!"

Una y otra vez, sentí la mano de mi padre cayendo sobre mis nalgas desnudas. Primero en la parte central y, después de varios golpes, bajaba a lugar en el que se unen las nalgas y los muslos. Volvía a la parte superior y nuevamente al centro. Abajo, arriba, al centro, abajo.... ¡Realmente me estaba ROSTIZANDO las nalgas!

¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! "Claro que sí", ¡CHAS! ¡CHAS! "vas a aprender" ¡CHAS! "a hacer lo que te ordeno." ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! "Y si te ordené" ¡CHAS! "quedarte" ¡CHAS! "quieto" ¡CHAS! "pues" ¡CHAS! "te" ¡CHAS! "quedas" ¡CHAS! "¡quieto!" ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! "Vas a" ¡CHAS! "aprender lo que es" ¡CHAS! "tener" ¡CHAS! ¡CHAS! "disciplina" ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS!. (¿Qué tenía que ver el aprendizaje de la disciplina con hacerme hervir las nalgas?)

"¡Aaaayyyy! ¡Auuuuuuuuu!¡Aaaayyyy! ¡Auuuuuuuuu!"

Por fin, dejó de azotarme y, después de un rato, me soltó las manos. Yo, inmediatamente las llevé a mis pobres nalgas ¡me ardían tanto! Mi papá se acercó.

¡CHAS! ¡CHAS! "¡Pon las manos en la nuca!"

"¡No te he ordenado bajarlas! ¡CHAS! "Así es que las vas a dejar ahí hasta que yo te lo diga, ¿me entendiste?" ¡CHAS! "Y tampoco puedes moverte de tu lugar! ¿Está" ¡CHAS! "bien" ¡CHAS¡ "claro?" ¡CHAS! ¡CHAS!

"¡Aaaayyyy! ¡Auuuuuuuuu! ¡Sssssí, papaaaaá!"

Pasó un largo rato en el que yo estuve así, dándole la espalda a mi papá, con los pantalones y los calzones en los tobillos, las manos en la nuca y las nalgas ardiéndome por la paliza. Estaba llorando muy, muy fuerte. Me temblaban las piernas, y los brazos se me estaban acalambrando.

"¿Y-y-y-a me puedo mover, papá? ¡Me duelen los brazos!"

Lo oí acercarse a mí y, por el rabillo del ojo, vi que se colocaba por detrás y a mi izquierda nuevamente. Me dio tres azotes rápidos y fuertes en los muslos.

¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! "¿No entendiste lo que te dije? Vas a poder hacerlo cuando YO te lo ordene."

"¡Aaaayyyy! ¡Sssssí, papaaaaá!"

"Y trata de controlar tu llanto o vas a estar ahí por más tiempo."

Intenté controlarlo tratando de concentrarme en mi respiración y no en el ardor de mis nalgas. Lo logré. Después de otros cinco minutos oí la voz de mi papá detrás de mí:

"Voltéate, Ricardo. Baja las manos y mírame."

Lo hice. ¡Qué alivio poder bajar los brazos! Me hormigueaban y los sentía muy pesados. Me agaché para subirme los calzones y el pantalón cuando mi padre se acercó a mí y abrazándome de la cintura, me obligó a quedarme en la posición en la que estaba. Empezó a darme otra vez de nalgadas. ¡Cómo ardían! ¿Cuándo iba a parar? ¡No podía aguantar más! ¡Sentía como si las nalgas se me estuvieran achicharrando!

¡CHAS! ¡CHAS! ¡CHAS! "¿Te dije que te subieras los calzones?" ¡CHAS! ¡CHAS! "Vas a subírtelos cuando YO te lo ordene." ¡CHAS! ¡CHAS! "Vas a hacer exactamente lo que yo te diga si no quieres seguir recibiendo nalgadas toda la noche ¡CHAS! ¿Está claro?

"¡Auuuuuuuuu! Sssssí, papaaaaá! ¡Perdónameeeee!"

"¡Párate ahí y no te muevas!"

"¡Sssí, papá! ¡Auch!"

"¡Bien! Ahora escúchame: Estás castigado por una semana por no cumplir con el castigo anterior, más dos semanas a partir de que termine la primera. Eso hace un total de tres semanas. ¿Alguna duda?"

"Nnno, papá."

Me miró duramente ¡Qué ridículo me sentía ahí parado frente a mi padre, con los calzones y el pantalón en los tobillos y desnudo también del torso. Pero ¡qué remedio! Por nada del mundo quería seguir recibiendo nalgadas; no tenía más que quedarme así hasta que él me ordenara otra cosa. Después de un minuto, finalmente me dijo:

"Súbete los calzones y el pantalón, recoge tu playera y vete a tu cuarto. El castigo empieza mañana."

"Sssí, papá. "

Hice lo que me ordenó. En mi cuarto me quité los pantalones y el calzón. Miré mis nalgas en el espejo. Estaban rojas en toda su superficie. Podía ver incluso las huellas de los dedos de mi papá, que formaban unas líneas de color casi violeta. Me froté un poco tratando de atenuar el terrible ardor que sentía. Me acosté en mi cama boca abajo y lloré hasta quedarme dormido.

Al día siguiente mis nalgas tenían un aspecto bastante normal, excepto por unas ligeras marcas en la parte inferior. Ya no me ardían, sólo estaban un poco sensibles, ¡pero nada comparado con lo de ayer! Era domingo, eso significaba que mi papá no trabajaba y que iríamos a comer fuera, tal vez al campo, a un lugar en donde hubiera caballos; o a Cuernavaca para nadar. Pero.... yo estaba castigado.... así es que.... ¿me dejaría en la casa todo el domingo encerrado? ¡No puede ser tan cruel! -pensé-. Seguro que sí salimos.

No me atrevía a salir de mi cuarto. Mi papá me había dicho que el castigo empezaba hoy y, francamente, tenía miedo de salir y que mi papá pensara que no había aprendido nada con la paliza de ayer. ¡Realmente no tenía ganas de que me diera otra lección de disciplina!

Pasaba el tiempo. Oí a mi padre salir de su cuarto y después de la casa. Iba a recoger el periódico. Luego de un rato lo oí entrar nuevamente, cerrar la puerta e ir a la cocina. ¿Qué hacer? ¡No me atrevía a salir! Pero tampoco quería estar ahí encerrado. ¡Qué tonto! ¡Sí podía salir! Después de todo TENÍA que ir al baño ¿o no?. Fui, oriné y me lavé los dientes, haciendo el mayor ruido posible para que mi papá se diera cuenta que ya me había levantado. ¡Surtió efecto!

"¿Ricardo?"

"¿Sí, papá?"

"Ven para acá."

Fui a la cocina. Mi papá estaba vestido con unos shorts y una playera, calcetines y tenis. Estaba preparando el desayuno. El periódico estaba sobre la mesa.

"¿Sí, papá?"

"Siéntate a desayunar."

"Sí, papá."

Sirvió el desayuno para los dos y, sin decir una sola palabra, se sentó a comerlo mientras leía su periódico. Yo estaba muy inquieto, ansioso por saber qué sería de mí ese domingo. Finalmente, no pude aguantar más.

"¿Papá?"

"¿Sí?"

"¿Adónde vamos a ir hoy?"

Me miró por arriba de su periódico. Lo bajó y me dijo:

"¿Yo? A Cuernavaca con tus tíos ¿Tú? ¡A tu recámara en cuanto termines de desayunar!"

"¡Pero ....!"

"Pero.... ¿QUÉ?"

"Es que.... ¡Yo también quiero ir a Cuernavaca!"

"¡No me importa lo que quieras! Estás castigado, ¿o ayer no te quedó claro?"

"S-s-s-í, pero...."

"PERO.....¿QUÉ?"

¡Estaba rugiendo! Esto no estaba resultando, lo único que estaba logrando era que mi papá se enojara otra vez y ¡no quería que empezaran las bofetadas! Así es que, bajando la cabeza le dije:

"Nada, papá."

"¿Nada? ¿Qué es eso de 'nada'? ¡Mírame, Ricardo!" (Lo hice) "¿Qué es lo que quieres lograr con esto? Sabes perfectamente bien que estás castigado, ¿o no?"

"Sí, papá."

"Entonces, ¿por qué me haces una pregunta de la cual ya sabes su respuesta? ¿Y qué quieres decir con eso de que también tú quieres ir a Cuernavaca? Si sabes muy bien que NO vas a salir en tres semanas porque ¡ESTÁS CASTIGADO! ¿O es que no fui suficientemente claro ayer?"

"S-s-s-í, papá (¡Carajo! Me había metido en un lío otra vez, gracias a mi bocota.)

"NO. Tal vez NO ENTENDISTE BIEN. Puede ser que NECESITES algo más. A lo mejor con unos BUENOS CINTURONAZOS EN LAS NALGAS, finalmente logres entender. ¿ESO ES LO QUE NECESITAS?"

¡CINTURONAZOS! ¿Qué era eso? Era la primera vez en mi vida que mi papá me amenazaba con pegarme con su cinturón. ¡NO! ¡Por supuesto que no NECESITABA ningunos cinturonazos en las nalgas para entender. Me estaba quedando PERFECTAMENTE claro.

"N-n-n-o, p-p-p-ap-á...."

"No, ¿qué?"

"No necesito que me des unos cinturonazos, para entender...."

"Eso espero. Por tu bien, eso espero. Ahora, termina de comer y vete a tu cuarto."

"S-s-í, papá."

Con esto, dio por terminada la discusión. Me dirigió una mirada fría por unos segundos y, después, tomó su periódico y continuó leyendo. A mí se me había quitado el hambre. Estaba muy nervioso y sentía un nudo en el estómago y otro en la garganta, pero no me atrevía a llorar de tan asustado que estaba por el enojo de mi papá.

"Come" -me ordenó.

"E-e-s qu-q-que, no tengo hambre, papá."

"Entonces vete a tu cuarto. Va a venir Lidia a cuidarte." (Era la hermana de Eugenia y ya otras veces había hecho de mi niñera. Bueno, ¡al menos no iba a estar solo!) "Y más vale que te portes bien, Ricardo, porque a la menor queja te va a ir muy mal, ¿me oíste?"

"Sí, papá."

"Recoge tu plato y vete a tu cuarto."

Hice lo que me ordenó. Una vez en la seguridad de mi cuarto empecé a llorar. ¡No era justo! Como a la hora oí que tocaban el timbre. Era Lidia. Veinte minutos después mi papá abrió la puerta de mi cuarto:

"Ya me voy, Ricardo. Ya llegó Lidia. Puedes salir de tu cuarto pero NO de la casa, no puedes ver televisión y no puedes hablar por teléfono con nadie que no sea yo, ¿está claro?"

"Sí, papá."

"Y más te vale que ahora sí pienses, puedas controlarte y me obedezcas si sabes lo que es bueno para ti."

"S-s-sí, papá."

Cerró la puerta y se fue. En cuanto oí que salía de la casa salí de mi cuarto. Encontré a Lidia en la cocina haciendo la comida.

"¡Hola, Ricardo! ¿Quieres que juguemos a algo? Traje unos juegos de mesa muy padres y algunos rompecabezas. ¿Quieres que armemos alguno?"

¡Vaya! No sería tan divertido como ir a Cuernavaca pero, después de todo, tal vez no me la iba a pasar tan mal.

"¡Sí, claro! ¿En dónde están los rompecabezas? Voy a escoger uno para armarlo, ¿sale?"

"¡Sale! Ve sacando las piezas y ahorita voy para allá."

Esa tarde me la pasé mejor de lo que había supuesto. Armamos DOS rompecabezas y jugamos backgamon, damas y cartas. Después bajamos al jardín a jugar con los perros y nos estuvimos mojando con la manguera. Verdaderamente Lidia era una niñera excelente, joven y divertida. Toda la tarde estuvimos comiendo papas, jamón, queso, cacahuates, helado y porquería y media más, así es que la comida que había preparado Lidia se quedó ahí sobre la estufa sin que nadie la tomara en cuenta. Estábamos en medio de un juego de cartas cuando, como a las seis y media de la tarde, sonó el teléfono y me levanté a contestar. Era mi padre.

"<¿Cómo estás, Ricardo?>"

"Bien, papá."

"<¿Está Lidia ahí contigo?>"

"Sí, papá. ¿Quieres hablar con ella?"

""

"Jugando cartas, papi. ¿A qué hora vienes?"

""

"Sí, pá."

""

"Sí, pá."

""Sí, papá."

""

"Sí, papá. Lidiaaaa. Te llama mi papá."

"¿Bueno? Sí, doctor.... Sí, doctor.... No, doctor.....Sí, está bien, doctor. Hasta luego." (Colgó)

"¿Qué te dijo?" -le pregunté.

"Que si estábamos bien, que si habíamos comido y que si habías hecho algo que no tuvieras permitido. Me dijo también que ya te había dicho lo que tenías qué hacer. Ya son casi las siete. ¿Por qué no te metes a bañar en lo que yo caliento la comida?"

"¡Vamos a terminar de jugar!"

"Bueno, pero a las siete y media te vas a bañar en lo que yo recojo aquí y caliento la comida para que cenemos; si no, cuando llegue tu papá y vea que no lo obedeciste, ¡se va a volver a enojar!"

"¡rale!"

Eran las ocho y cuarto cuando me metí a bañar. Me apresuré y cené rapidísimo; aunque no tenía mucha hambre por todo lo que habíamos estado comiendo en la tarde. A las 9:15 oímos el carro de mi papá. ¡Corrí al baño a cepillarme los dientes! ¡Si mi papá me encontraba afuera de mi cuarto estaba frito! Me los lavé lo más rápido que pude y, cuando mi papá entró a la casa, yo estaba metido en la cama y con la luz apagada. Oí que hablaba con Lidia. Abrió la puerta de mi cuarto y me vio allí acostado. Cerró con suavidad y lo oí salir nuevamente. Iba a dejar a Lidia a su casa. ¡Después de todo, no había estado tan mal mi primer día de castigo! Y aunque las tres semanas que siguieron fueron de lo peor, esa noche al menos, me dormí muy contento.


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