Las Aventuras De Chiquitin - Chiquitin Va Al Medico Segunda Parte


by Chiquitin <Spainkophile@yahoo.es>

Los papás de chicos traviesos saben que la calma suele ser un preludio a la tempestad. Ésta se desencadenó poco después de salir de casa del maestro. Al coger una calle transversal con su Chiquitín de la mano, Papi notó un pinchazo en el cuello, y su cara se contrajo en una mueca de dolor.

"¿Qué pasa, Papi?"

"Aaaah, me han vuelto los dolores musculares en el cuello. ¿Me darás un masaje al llegar a casa, nene"

"Claro que sí"

"Gracias, eres un cielo de niño. Aunque será mejor que me tome la pastilla que me recetó el médico ......"

Papi se detuvo de repente. El médico: ese era el compromiso que tenía para hoy y que había olvidado. Se quedó plantado en medio de la calle dirigiendo a Chiquitín una mirada fulminante.

"Eeeh... ¿qué pasa Papi?"

Chiquitín no sabía mentir; estaba claro que sabía que Papi se acababa de dar cuenta de su travesura. La culpabilidad podía leerse en su cara.

"Chiquitín ...... ¿no había un jovencito que tenía que ir al médico hoy?"

"¿Sí? ¿Era hoy, Papi? AAAAyy....."

La mano de Papi apretaba y retorcía la oreja del pequeño.

"No disimules; te aconsejo que no pongas las cosas todavía peor. Siempre apunto tus citas con el médico en el movil. ¿Por qué no ha sonado hoy mi teléfono para avisarme, Chiquitín?"

"Uuuy, no sé, Papi. UUUUUy ...."

Papi estrujó con más fuerza la oreja.

"¡Has sido tú, no mientas!"

Papi amenazó con la otra mano; Chiquitín apartó la cara pensando que iba a recibir una bofetada. Pero la mano paterna se detuvo a tiempo; había que castigar al chico, desde luego, pero un buen papá no debía pegar en la cara. Otros transeúntes, algunos de ellos otros papás con sus hijos, les dirigían miradas de reojo. Papi cogió al muchacho travieso por el cogote y echó a andar a paso ligero.

"La hora de visita era por la mañana y la has perdido. Ya verás la que te espera cuando lleguemos a casa. Prepárate para una buena paliza"

Aterrado, Chiquitín sólo podía farfullar disculpas ininteligibles mientras era arrastrado en dirección a casa. Papi le propinó un azote para que se callara.

Al entrar en casa, Papi empujó a su travieso hijo hacia el salón mientras se quitaba la chaqueta y los zapatos. Chiquitín no se atrevió ni a moverse ni a mirar a su papá mientras este se dirigía al armarito de los castigos y sacaba de él un gran cepillo de pelo con el canto de madera.

Bien armado, el padre se dirigió hacia su hijo, lo tomó de la oreja y lo empujó hacia el sofá. Chiquitín no articuló palabra mientras Papi se sentaba, le desabrochaba el pantalón y se lo bajaba hasta los tobillos. Sólo emitió unos leves gemidos cuando el calzoncillo fue empujado hasta hacer compañía al pantalón. Mirando al joven con expresión dura, Papi lo echó sobre sus rodillas colocándolo en la posición idónea para la larga azotaina que le esperaba. Mientras le sacaba de los pies los pantalones y los calzoncillos dejando al muchacho totalmente desnudo de cintura para abajo, empezó a regañar:

"Tienes más peligro tú cuando eres bueno que cuando eres malo. Ya me imaginaba que habías hecho una de las tuyas. Ayer ya te tuve que calentar el culo después de la cena. Y hoy, que parecía que te estabas portando bien ......."

ZAS. La mano impactó con fuerza sobre la nalga izquierda. Agarrando con fuerza al joven por encima de la cintura, Papi volvió a levantar la palma hasta muy arriba y la descargó sobre la nalga derecha. Al segundo golpe, empezaron ya los sollozos de Chiquitín.

"Te he dicho, ZAS, montones de veces, ZAS, que los niños buenos, ZAS, y listos, ZAS, no tienen miedo de ir al médico; ZAS"

"Aaaay, Papi, el médico pone inyecciones; UUUUy; y supositorios; AAAAy"

"Pues si te los pone, ZAS, es por tu bien, ZAS. Y aunque no lo fuera, ZAS, si Papi dice que hay que ir al médico ZAS, pues hay que ir, ZAS, al médico, ZAS, y punto, ZAS. Y no querer hacer siempre, ZAS, lo que te da la gana, ZAS. Ahora vas a ir al médico, ZAS, y además, ZAS, te vas a llevar, ZAS, unos buenos, ZAS, azotes, ZAS, en el culo, ZAS ......"

Cuando las nalgas de Chiquitín empezaron a enrojecer, Papi llevó a cabo una breve parada en el castigo para acariciar el culete, que ya empezaba a desprender calor.

"¿Volverás a hacer travesuras para no ir al médico?"

"Nooo, Papi, no lo haré más"

"Ya, no lo harás más. Me voy a asegurar de que no lo harás nunca más"

Los azotes volvieron a caer sobre las nalgas desnudas. Aún quedaba mucha paliza por delante, y Papi cumplió con su obligación con esmero.

"Está muy mal, ZAS, andar fuchicando en el teléfono de Papi, ZAS, borrando sus citas, ZAS. Eso demuestra, ZAS, que eres un chico travieso, ZAS, y muy, ZAS, muy, ZAS, desobediente, ZAS. Y a los chicos desobedientes, ZAS, sus papás los ponen sobre sus rodillas, ZAS, y les dan una buena azotaina, ZAS, hasta ponerles el culo muy, ZAS, muy, ZAS, rojo, ZAS, ....."

La regañina duró un buen rato, al cabo del cual Papi descansó otro momento para dar paso a la siguiente fase del castigo. Para ello tomó el fuerte y duro cepillo de madera.

"Tengo algo aquí para el culito de los niños malos"

"Noooo, Papi, el cepillo no. Por favoooooor, AAAAAY"

Haciendo caso omiso de los lamentos, lloriqueos y promesas, Papi siguió con el justo y merecido castigo del jovencito, hasta ponerle el culete de un tono rojo muy intenso. Entonces el papá se apiadó, dejó de lado el cepillo y acarició con una mano el pelo de Chiquitín, y con otra las doloridas nalgas. Chiquitín sabía que se había ganado la zurra a pulso, pero estaba muy arrepentido de haberse portado mal, y había aprendido las consecuencias de sus actos. Papi estaba muy satisfecho.

Tomándolo con cuidado, Papi levantó a Chiquitín de su regazo y lo sentó sobre sus rodillas.

"Eres muy travieso, Chiquitín, pero eres buen niño. Papi te quiere mucho"

La cara de Chiquitín se iluminó, y el joven intentó cambiar su mueca de dolor por una sonrisa.

"Yo también te quiero, Papi"

Papi lo abrazó con fuerza, y dedicó un rato largo a besar, acariciar y mimar a su hijito. Cuando lo vio recuperado, lo mandó de la oreja cara a la pared con el culito todavía muy rojo.

Chiquitín ya había recibido su castigo, pero eso no arreglaba el problema. Había perdido su cita con el médico, no le darían otra hasta muchos días después, y hacía ya varios meses que el joven no pasaba por ningún reconocimiento. Visitar periódicamente al doctor era bueno para la salud, y también para la educación, de Chiquitín. Pero habría que buscar un profesional menos solicitado; la revista favorita de Papi, Cariño y disciplina, donde se daba mucha información valiosa para los papás tradicionales como él, le dio la solucuión.

"Doctor Culete, pediatra especializado en chicos traviesos. El mejor cuidado médico para los niños obedientes, y los mejores castigos para los que no lo son; exploración rectal, inyecciones, supositorios, enemas .... y por supuesto, azotes. Sabemos que nuestros jóvenes pacientes necesitan una atención espeical, y se la proporcionamos. Consulta para chicos de hasta 25 años acompañados por sus papás"

Papi dobló la revista con una amplia sonrisa. Un doctor a la medida de las necesidades de Chiquitín. Al final, era una suerte haber perdido la vez en la consulta del médico convencional. Una llamada a la clínica confirmó sus mejores expectativas; el doctor tenía un pequeño hueco esa misma tarde y podría recibir a Chiquitín.

De muy buen humor, Papi se dirigió a la esquina en la que el pequeño, desnudo de cintura para abajo, cumplía su castigo, y se lo levantó. Mientras le acariciaba las nalgas todavía doloridas, le mandó que se vistiera.

Un sonriente y atractivo enfermero de algo más de 30 años les abrió la puerta y les introdujo en una acogedora entrada.

"Hola, guapo. ¿Vienes a ver al doctor?"

Tras dirigir una cortés inclinación de cabeza a Papi, prosiguió:

"¿Es la primera vez que vienes? Ajá, muy bien. En primer lugar tengo que desnudarte, porque el doctor no permite que los niños lleven ropa. Tienen que estar desnuditos para poder reconocerlos bien. Vas a ser bueno y colaborar ¿a que sí?"

Chiquitín tenía todavía el culete demasiado caliente como para pensar en desobedecer, por muy poca gracia que le hiciera desnudarse. Eso significaba que le pondrían una inyección, o tal vez que le tomarían la temperatura .....

"No tiene que perder tiempo con esto, si quiere lo desnudo yo" Se ofreció Papi.

"No se preocupe, es un momento y así ya le guardo la ropa. Muy bien, ahora los calzoncillos. Aaah, eres muy guapo también de ahí. Estupendo. Si quieres caramelos, cógelos de encima del mostrador"

Tras guardar la ropa del pequeño y darle a Papi un número de consigna, el enfermero los guió hacia la sala de espera. Allí se encontraban tres jóvenes como Chiquitín de alrededor de 20 años, también completamente desnudos, dos de ellos sentados en las rodillas de sus papás, y el otro inclinado sobre el regazo paterno. Su papá, que saludó atentamente a Papi igual que los otros, le acariciaba las nalgas, bastante enrojecidas. Todo indicaba que el pequeño acababa de recibir una azotaina.

"Muy bien, Chiquitín. Espera tu turno, por favor. Y sé bueno; espero no tener que salir a darte unos azotes", avisó el enfermero antes de entrar en la sala de consulta.

Papi se sentó tranquilamente en uno de los sofás que estaban libres, colocó a Chiquitín sobre sus rodillas, y se entretuvo en la lectura de números atrasados de Amor y disciplina y publicaciones similares, todas llenas de fotos de culetes de jóvenes traviesos que recibían su justo castigo.

La puerta de la consulta se abrió y de ella salieron cogidos de la mano un jovencito desnudo y su papá. El jovencito comía una piruleta y estaba sonriendo, por lo que a Chiquitín le chocó y asustó todavía más el ver las marcas recientes de vara que cruzaban todo su trasero. Tuvo un fuerte impulso de pedirle a Papi que se fueran de allí, pero sabía que con ello sólo conseguiría un tirón de orejas. El enfermero les pidió a Papi y a él que entraran en la consulta.

La entrada en la consulta del doctor fue muy reconfortante para Chiquitín. Esperaba encontrarse con un señor muy mayor, con expresión de enfado y una vara en la mano, como su maestro. Sin embargo el Doctor Culete era un hombre efectivamente de edad avanzada, pero simpático y jovial.

"Hooola, Chiquitín. Eres un niño muy guapo. Ooooh, que encantador, tan tímido. Me gustan los chicos así, dulces y obedientes. No tengas miedo, ven aquí que te vea bien"

Con mayor confianza ante el aspecto afable del médico, Chiquitín se acercó a él mientras Papi se sentaba frente a la mesa del doctor y el enfermero esperaba instrucciones frente a la camilla.

El doctor observó el cuerpo desnudo de Chiquitín de arriba a abajo y empezó a manosearle el trasero con evidente deleite.

"Que culito tan bonito ..... mmm y veo que está rojo. Papá te ha dado unos azotes, ¿verdad? Seguro que fuiste travieso. Muy bien hecho, los chicos de tu edad deben ser castigados. De verdad que me encanta este culito"

Mientras lo veía sobar las nalgas de su hijo con ambas manos, Papi pensó que no le llamaban Doctor Culete por casualidad. Desde luego no lo criticaba, más bien le envidiaba y, como le ocurría con el maestro, pensaba que haría lo mismo si estuviera en su lugar.

Pero había también que cumplir con el deber, así que el doctor se levantó, midió a Chiquitín, lo pesó, le preguntó a Papi por las enfermedades que había tenido, y le comprobó el pulso, la tensión y la capacidad pulmonar, mientras hablaba con el muchacho derrochando simpatía.

"Muy bien, Chiquitín. Ahora inclínate sobre la camilla, te voy a tomar la temperatura"

"¿Me .... me tengo que inclinar sobre la camilla?"

"No repitas lo que yo digo. Venga" El doctor lo guió en dirección a la camilla con un azote.

"Pero ...."

"Aaah, no, no, los chicos buenos nunca dicen pero. Venga, inclínate y separa bien las piernas para que te podamos medir la temperatura. Luego te llevarás unos buenos azotes, te sacudiremos la pilila, te pondremos un supositorio, y tan contento para casa"

El doctor había estado tomándole el pelo, por lo que Chiquitín quiso considerar los últimos comentarios como una broma más. Aunque no dejaba de ser una broma inquietante. El enfermero había abandonado su expresión sonriente y ahora observaba al joven con recelo, dispuesto a tomar medidas si no obedecía. Así que Chiquitín se inclinó y abrió bien las piernas con una docilidad que gustó mucho a Papi.

"Así, muy bien. Te voy a separar las nalgas .... muy bien. Ahí va el termómetro. ¡Estate quieto o el enfermero te calentará! Así, ya casi está dentro. Ya está. Ahora ahí quietecito un par de minutos. Ay de ti si te mueves, jovencito"

Chiquitín permaneció obediente con el termómetro entre sus nalgas durante un rato que le pareció largo.

"Estupendo, no tienes fiebre. De todas formas, enfermero, vaya preparando para luego un buen supositorio de glicerina, por favor. No, no te levantes, Chiquitín, estás estupendo en esta posición. Y no juntes las piernas. Así, bien separadas. Voy a examinarte"

A continuación Chiquitín experimentó algo que no conocía con su anterior médico, y que era bastante más incómodo que el termómetro: una exploración rectal.

"Próstata en perfectas condiciones, muchacho. Este culito está espléndido. Pero necesita la mejor medicina que hay para los niños. Enfermero, por favor"

Para asombro y delicia de Papi, el enfermero sacó de un cajón una vara de abedul.

"¿El chico ha probado ya la vara en casa?" Preguntó el doctor dirigiéndose a Papi.

"Eeeeh, no señor, suelo azotarle con la zapatilla o la pala. O el cepillo"

"Ah bien, yo siento predilección por la vara; la uso mucho con mis nietos. La vara y el culete hacen una pareja perfecta. De todas formas, si no está acostumbrado a ella, iré con cuidado. Chiquitín, vuelve a tu posición. Tienes que llevarte unos azotes"

El muchacho estaba entre aterrorizado e indignado, no le salían las palabras.

"Pero ..... no he hecho nada malo, doctor"

El médico sonrió dulcemente.

"Que chico tan majo eres. Y muy guapo. Pero eso no significa que no haya que azotarte. Está claro que a veces eres desobediente, y todos los chicos necesitan la vara. Venga, tranquilo. Así, bien inclinado, separa un poco las piernas. Un poco más, que se te vean los testículos en medio. Muy bien"

La vara cortó el aire hasta detenerse en las nalgas desnudas de Chiquitín. El chasquido excitó muchísimo a Papi, y la visión de la marca horizontal sobre el culete todavía más. El doctor volvió a pegar, ahora un poco más abajo y un poco más fuerte. El pequeño dio un respingo; el azote cortante de la vara escocía en sus nalgas acostumbradas a la mano de Papi y a instrumentos de castigo planos.

"Así, esto es lo mejor para los chicos. Mejor que ningún jarabe ni pastilla; mejor incluso que los supositorios, las inyecciones y los enemas. Unos buenos azotes con la vara; escuece un poco, pero activa la circulación; y se descargan cantidad de hormonas muy beneficiosas; el niño queda como nuevo y se porta bien durante un buen rato; y el culete queda precioso con sus marquitas"

Durante varios minutos, el doctor se esforzó por azotar con la fuerza debida, ni más ni menos, el hermoso trasero que tenía ofrecido. Un esfuerzo de lo más placentero, eso sí. Finalmente, ambas nalgas, así como las partes superiores de los muslos, estaban cubiertas casi de arriba a abajo de finas líneas horizontales. Chiquitín temblaba cada vez más ante cada azote y no podría aguantar mucho más. Con un último golpe que le arrancó un gemido al pequeño, el doctor dio por terminada su peculiar terapia.

"Muy bien, Chiquitín. Has aguantado como un campeón. Aunque te duela el culete, ya verás que bien te vas a encontrar durante las próximas horas. Descansa un momento, luego el enfermero te pone un poco de cremita para aliviarte las nalgas, y luego tu supositorio"

Sumiso y obediente como siempre estaba después de una zurra, Chiquitín no dijo ni mu a pesar del escozor que le produjo la introducción del supositorio.

"Que bien te portas. Ahora como premio, la parte de la exploración que más os gusta. Enfermero, vamos con la extracción de esperma. No lo cambie de posición, por favor. Que siga inclinado para que papá y yo podamos seguir contemplando su culito con las marcas de la vara"

Siguiendo las instrucciones del doctor, el enfermero procedió a ordeñar a Chiquitín mientras éste seguía inclinado sobre la camilla. Normalmente usaba un guante para hacerlo, pero cuando el chico le gustaba prefería utilizar la mano desnuda, y eso hizo en esta ocasión. Después de tantos castigos y humillaciones, las caricias del enfermero transportaron a Chiquitín muy rápidamente a la gloria. Por su parte, Papi, ante la sucesión de imágenes estimulantes que había contemplado, no pudo menos que hacerse a sí mismo lo que le estaban haciendo a su niño.

Cuando Chiquitín iba a a eyacular, el enfermero con precisión de experto colocó delante del miembro del pequeño un vaso con el que recogió una abundante muestra de esperma para analizar. A continuación, lavó y secó concienzudamente a Chiquitín, y tuvo el detalle de hacer lo mismo con Papi. Estaba acostumbrado, porque era normal que los papás se excitaran contemplando los reconocimientos médicos de sus hijos.

Una vez todos limpios y aseados, el doctor extendió una receta para Papi.

"No lo olvide, una buena dosis de vara y un supositorio todas las noches antes de dormir. Prescripción facultativa. Y, si se porta bien, también le puede hacer una extracción de esperma", añadió guiñando el ojo. "Puede quedarse la vara"

Papi la recogió contento y cortó el aire con ella.

"Muchas gracias, doctor. Le daré buen uso"

Tras buscar la ropa de Chiquitín y vestirlo, Papi salió de la consulta con el muchacho agarrado de una mano, y la vara con la otra, visiblemente satisfecho con los métodos del nuevo médico del chico. Por su parte, Chiquitín se acariciaba su dolorido trasero y miraba la vara con consternación. Papi notó su inquietud e hizo un alto en el camino para abrazarlo y calmarlo.

"¿Me vas a pegar con la vara, Papi?"

"Sí, Chiqui, mañana la usaremos antes de acostarte. Pero tienes que saber que Papi lo hace porque te quiere y porque es bueno para ti"

Las caricias y las palabras de Papi cambiaron el semblante de Chiquitín. Cuando el muchacho volvió a sonreír, Papi se dio por satisfecho y ambos siguieron el camino de vuelta a casa.


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